Me sorprendí a mi misma dando un gritito cuando encontré ese pedazo de comida.

-Por fin voy a callar muchas bocas cuando me vean aparecer con esto.

Y de verdad que lo creía. Olía un poco raro pero eso nunca ha sido un impedimento. Mientras sea comida y pueda almacenarse hasta el invierno, nos vale.

En pleno agosto, a las dos de la tarde, agarré aquel trozo de comida y comencé a arrastrarlo. Sudé la gota gorda pero sabía que ese esfuerzo iba a ser recompensado de alguna manera.

Con una sonrisa de antena a antena, dejé la carga frente al jefe. La reacción no fue la que yo esperaba.

-¿Pero qué mierda nos has traído?

Mis compañeras no paraban de reírse a mi costa, me señalaban y se daban codazos unas a otras.

-Es un puto cigarro. ¿Es que quieres arder el hormiguero?

La sonrisa se me borró de la cara y las antenas bajaron súbitamente.

¿Dónde está el niño de la lupa cuando se le necesita?